Misa en Hawai
Me ha llegado un comentario a raíz de la última entrada sobre las misas en el extranjero. Aprovecho para publicarlo aquí porque es emocionante el ver cómo somos muchos los que compartimos sentimientos y creencias.
Y todo esto me ha venido a la memoria al leer
tu correo desde N. York. Y se me ha ocurrido contarte algo que casi tenía
olvidado.
(Recordad que siempre podéis enviarme vuestras opiniones para publicarlas o, directamente, escribir en el cuadro de comentarios).
Aunque ya me parece bastante lejano, una vez estuve en
la isla de Maui, una de las islas del archipiélago de Hawái, muy cerca de
Molokai. Como mi reunión empezaba el lunes, y yo había llegado
el sábado por la mañana para tener un poco de tiempo libre y aprovecharlo, me dí una vuelta por la isla con el coche
que tenía alquilado. Así lo hice con bastante
interés.
Una de las veces pasé por delante de un edificio que
podía ser una iglesia católica, me informé, y me enteré de que el domingo tenían
la misa a cierta hora que ya no recuerdo. Al día siguiente estaba yo buscando la entrada en
un amplio aparcamiento que rodeaba el templo. La gente acudía a misa y llenaba
la iglesia que tenía un buen tamaño. Y no era el único edificio del complejo,
había unas dependencias anexas, unidas con tramos cubiertos donde se suponía
que estaban despachos, locales, etc. Y ya era la hora.
Empezó la misa y a mi solo me quedó sitio atrás y entre
mucha gente. Estaba lleno. Ya no recuerdo los cantos que entonaban pero se veía
que lo hacían con gran entusiasmo, la comunión fue masiva, y a la gente se le
notaba que lo vivía. A mí, aquello, aquellas gentes de todas clases, en el fin del
mundo, y compartiendo la fe, la misa, la comunión, dándonos la paz, me
puso un nudo en la garganta y me dio una alegría tan especial, que pocas veces
he llegado a sentir. Además, el estar solo en un sitio así, también
contribuye a que todo el ambiente te impresione mucho más. Fue realmente
emocionante.
Después, a la salida, casi todo el mundo pasaba a uno de los
salones a tomar un café y un bollo. Yo me puse en cola y me tomé algo, tan
contento. Después se dejaba la voluntad en un cestito y cada uno se juntaba con
sus amigos o familiares. Después se repartían por la isla, porque daba la
impresión de ser, no sé si la única iglesia, pero posiblemente una de las más
importantes de la isla, ya que no estaba muy lejos de la población principal.
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